La doctrina cristiana se refiere a la Biblia como “la Palabra inspirada de Dios”. Hay dos versículos clave que expresan esta convicción sobre las Escrituras: 2 Timoteo 3.15–17 y 2 Pedro 1.20–21. Pablo le recordó a Timoteo la manera en la que había sido criado en las Escrituras hebreas (lo que ahora llamamos el Antiguo Testamento):
Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden
darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe
en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil
para ensenar, para reprender, para corregir y para instruir
en la justicia, a fin de que el siervo de Dios este enteramente
capacitado para toda buena obra (2Ti 3.15–17).
La expresión “inspirada por Dios” es la palabra theopneustos en el original griego. Se traduce como ‘inspirada’, pero esa palabra sugiere ‘respirar en’, en tanto que la palabra usada por Pablo significa ‘emitida’ o ‘enviada’. El aliento es el medio por el cual hablamos. La gente solo puede oír nuestras palabras cuando usamos el aliento para pronunciarla, de modo que esta metáfora de Pablo significa que las palabras de la Escritura son el habla enviada por Dios. Son lo que Dios quiso decir. Lo que dicen los textos de la Biblia es lo que Dios decidió decir; algo así como el aliento de su boca formando palabras que se proponía fueran escuchadas.
Estos versículos no solo declaran la fuente y la autoridad de la Biblia (vienen de Dios, Él las emitió). También afirman su relevancia permanente (es “útil” hoy para nosotros para todos los propósitos que Pablo enumera).
Este texto se usa a menudo como una parte importante de la doctrina sobre la Biblia. Pero no debería constituirse en una mera declaración doctrinal, algo a lo que nuestra fe da un consentimiento solamente intelectual. Debe convertirse en un principio orientador de nuestra hermenéutica. Es decir, cuando leemos cualquier pasaje de la Biblia debemos recordar que nos llega como el “aliento” de Dios, y que Él se propone que nos sea “útil” en todos los sentidos que Pablo menciona, como una guía ética y formativa. No tiene sentido declarar abiertamente Toda la Escritura es un mensaje enviado por Dios, y es útil […] (PDT), a menos que lo “inscribamos” conscientemente sobre cualquier texto de la Biblia que estemos estudiando y tengamos intención de aplicar o de predicar: Esta Escritura es inspirada por Dios y útil […].
Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de
la Escritura surge de la interpretación particular de nadie.
Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad
humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios,
impulsados por el Espíritu Santo (2P 1.20–21).
Observe aquí la fuente última de las Escrituras: no se originan en la voluntad ni en la mente humana, sino en el propósito de Dios. Observe también la misma afirmación de doble autoría a la que ya nos hemos referido. “Los profetas hablaron”. Fueron seres humanos quienes hablaron y escribieron, pero lo hicieron “de parte de Dios”, por medio del poder de su Espíritu Santo. Hablar y escribir son acciones enteramente humanas que implican intención, inteligencia, ideas, elección de palabras, destrezas, y herramientas. Todo esto forma parte de la autoría humana de nuestros textos; podemos declararlo sin vacilar. Los textos de la Biblia son en todo sentido producto dementes y manos humanas. Pero detrás de ello están el propósito y la mente de Dios. Como dijimos, para entender y usar la Biblia es importante sostener juntas estas dos afirmaciones complementarias.
Podemos formular, entonces, una definición sencilla y básica de lo que queremos decir por “inspiración de la Biblia”. Significa que:
✳ Lo que la Escritura dice es lo que Dios quiso o permitió que fuera registrado.
✳ Lo que la Escritura procura afirmar es lo que Dios quiere afirmar.
“Inspiración” es sencillamente una declaración acerca de la relación entre la voluntad de Dios y el producto final (las palabras que leemos en la Biblia). Este texto de la Biblia es lo que Dios quiso que tuviéramos. Por supuesto, hablando con precisión, esta “emisión” divina se aplica al texto original en los idiomas originales (hebreo, arameo y griego). Aun así, queda claro desde los tiempos bíblicos (por ejemplo, Neh 8.7–8) que Dios quería que su palabra fuera traducida a todos los idiomas en los que pudiera ser entendida por la persona común. En ese sentido, la perspectiva cristiana sobre la Biblia difiere radicalmente de la insistencia musulmana en que solo la forma árabe original del Corán es verdaderamente Palabra de Dios.
Sin embargo, debemos ser cuidadosos de no entender en esta declaración más de lo que dice, ni usar nuestra doctrina sobre la inspiración como un falso apoyo de nuestras teorías particulares sobre lo que dice la Biblia. Éstas son algunas advertencias que vale la pena recordar:
Tomado del libro La versatilidad de la Biblia.
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