Cuando pensamos en el profeta Oseas, normalmente recordamos de inmediato el asunto inusual de su mujer prostituta. Sin embargo, el primer tema del que se ocupa este profeta no es matrimonial, sino militar, y más exactamente de la persona y las acciones del general Jehú. Pero, antes de ocuparnos de Jehú, necesitamos refrescar un poco la historia, ya que Oseas da por sentado que el lector la conoce. Para la comprensión de la denuncia de Oseas los lectores actuales dependemos del libro de Reyes.
Una cosa es predicar un mensaje y otra es que se recuerde el mensaje. La marca fundamental de la literatura que perdura es el arte literario. De ahí que los escritores bíblicos, por su cultura literaria, jamás predicaron de cualquier manera. Notemos cómo aparece en Oseas el arte literario para referirse al tema militar (1.2–4).
En primer lugar, se utiliza una costumbre común en el mundo bíblico según la cual a los hijos se les ponían nombres significativos que tuvieran relación con la historia familiar, las circunstancias del momento o el carácter de la persona. En este caso, la forma como Dios inmortaliza la infamia del general Jehú es pidiéndole a Oseas que le ponga a su primer hijo el nombre Jezreel; es decir, el nombre de ese valle fértil y hermoso en el norte de Israel que Acab y su mujer (los idólatras) y Jehú (el falso ortodoxo) convirtieron en valle de sangre. Esto es como si en Colombia, con el fin de denunciar alguna masacre, a un hijo se le pusiera por nombre Apartadó, Tibú, Gabarra, Barrancabermeja, Fundación, Mapiripán, Escombrera o Bojayá. ¡Qué manera de recordar! Nuestra tendencia es a hacer lo contrario, les cambiamos los nombres a esos lugares y quitamos objetos y edificaciones para olvidar lo que ocurrió. A Oseas le toca ir al extremo de ponerle a su hijo el nombre del lugar de la tragedia.
En segundo lugar, el texto presenta un fenómeno literario, también común en la Biblia, que consiste en una sanción dada en la misma especie del mal cometido. Así, entonces, para poner fin al reino de Israel, que ha idolatrado a su ejército, Dios le quebrará el arco en el valle de Jezreel. Para reforzar esta imagen, aparece en los capítulos 1 al 3 una
acumulación de lo que Landy llama “objetos odiosos”: arco, espada, armas de guerra, caballos y jinetes (Landy, 2011: 20). De esta manera, se van acumulando varios elementos en torno al lugar geográfico llamado Jezreel.
Siguiendo con su estrategia retórica, aparece en tercer lugar un mensaje con una lógica y un sentido a los cuales no estamos acostumbrados: la destrucción de las armas para poder dormir tranquilo (2.20). Esta realidad nos resulta inimaginable, pues va contra la doctrina común hasta nuestros días de que la seguridad de una nación está en un gran ejército, y también contra la idea de que es mejor dormir con un arma debajo de la almohada. El libro de Oseas pone esa mentalidad en tela de juicio. Está demostrado que las armas pueden servir de protección sólo en algunos casos; nunca protegen del todo, de tal manera que, a fin de cuentas, se halla tan (des)protegido el que tiene armas como el que no las tiene. Esto, obviamente, es muy discutible, pero en realidad no es el punto. El mensaje para Israel es otro y doble. Por un lado, es una invitación a confiar en Dios, no en los ejércitos y sus armas. Por otro, lo conmina a preguntarse de qué le sirve un ejército si las armas que portan terminan siendo usadas contra su propio pueblo.
La cuarta estrategia retórica que reconocemos en Oseas en relación con este tema tiene que ver con la agricultura. La noble tarea de producir alimento se invierte para dejarnos con el “agricultor” perverso que ara maldad, cosecha delitos y come alevosía (Os 10.13–15). De esta manera, denuncia Oseas la corrupción de las Fuerzas Armadas de Israel.
discípulos o la expresión de una fe religiosa confinada a la esfera privada de la vida y, por lo tanto, incapaz de afectar las estructuras de poder que oprimen a los seres humanos.
Notas:
Landy, Francis L. 2011. Hosea. Sheffield Phoenix Press.
Tomado del libro El mensaje del profeta Oseas de Milton Acosta B.