EL ANTIGUO TESTAMENTO NOS LLEGA DE PARTE DE DIOS
10 de Febrero de 2021 | 0 Comentarios

Si el presidente de su país, o alguien de una importancia similar, le da un regalo personal, yo imagino que usted se lo lleva para su casa con mucho cuidado y lo conserva con esmero. Es posible que lo exhiba en una repisa para que todos lo puedan mirar. O imaginemos que usted le hace un regalo realmente especial a alguien a quien ama más que a ninguna otra persona. Se trata de un obsequio costoso por el que ahorró por años para poder comprarlo y regalarlo. Pero esa persona simplemente mira una pequeña parte, nada más, del regalo y ni siquiera se toma la molestia de desempacarlo del todo. ¿Usted cómo se sentiría? Pues bien, Dios es más importante que cualquier otra persona en el universo, y nos ama tanto que dio a su Hijo por salvarnos. Es el mismo Dios que nos dio la Biblia entera, incluyendo la porción que ahora llamamos Antiguo Testamento. ¿Cómo se puede sentir Dios si no nos interesa abrir la mayor parte de su regalo? Él nos dio esos libros: ¿qué dice de nosotros si simplemente los ignoramos año tras año?

A veces nos referimos a la Biblia como “las Escrituras”, en las que, desde luego, incluimos tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Sin embargo, durante el tiempo en el que vivieron Jesús y Pablo, cuando la gente hablaba de “las Escrituras”, querían decir los libros contenidos en lo que hoy llamamos Antiguo Testamento. Para ellos, “las Escrituras” eran el más grande regalo que Dios les había dado (superado únicamente por el Señor Jesucristo). Era un regalo que se atesoraba. Lo estudiaban con amor y lo enseñaban a sus hijos.

Así supo Pablo que su amigo Timoteo, cuya madre y abuela eran judías, había conocido las Escrituras (esto es, el Antiguo Testamento) desde su niñez, y lo animó a que las estudiara con esmero y las predicara diligentemente y con mayor frecuencia. Cuando Pablo dice “las Sagradas Escrituras” y “toda Escritura”, quiere abarcar la totalidad de lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento. Lea a continuación lo que Pablo dice acerca del Antiguo Testamento y observe las razones que le da a Timoteo para que lo predique y enseñe:

 

Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y de lo
cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste.
Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden
darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe
en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil
para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir
en la justicia, a fi n de que el siervo de Dios esté enteramente
capacitado para toda buena obra.

En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir
en su reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy
este solemne encargo: Predica la Palabra; persiste en hacerlo,
sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha
paciencia, sin dejar de enseñar (2Ti 3.14–4.2)

 

Pablo dice tres cosas que debemos tomar con toda seriedad. Primero, que “las Sagradas Escrituras” (recuerde que él quiere decir el Antiguo Testamento) pueden conducir a la gente a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Preparan el camino para Jesús el Mesías y muestran cómo aquel mismo Dios que tantas veces en el pasado había salvado a su pueblo, actúa ahora a través de Jesús para traer salvación a la gente en todo lugar. Pablo sí que sabía de esto, pues había invertido su vida trayendo a muchos a la fe en Jesús, valiéndose para ello del Antiguo Testamento al sustentar su mensaje y afi anzar su propuesta. El Antiguo Testamento no es, entonces, un “libro muerto”. El Antiguo Testamento contiene la salvación y apunta al Salvador.

Segundo, las Escrituras del Antiguo Testamento recibieron “el aliento de Dios”. Ésa es la expresión que muchas veces se traduce como “fueron inspiradas por Dios”. Pablo, sin embargo, no quiso decir que los autores fueron “inspirados” en el sentido en que hoy usamos para hablar de una bella obra de arte, una gran pieza musical o de un genial jugador de fútbol. Pablo quiso decir que las palabras que tenemos ahora en los textos de las Escrituras del Antiguo Testamento fueron expiradas por Dios, lo que significa que, aunque fueron pronunciadas y escritas por seres humanos comunes y corrientes como nosotros, lo que se dijo y se escribió se consignó como si hubiera procedido de la boca de Dios. Supongamos que usted es un reportero y va a una conferencia de prensa organizada por el Gobierno. El vocero oficial hace una declaración.

De inmediato usted le pregunta: “¿Cuáles son las fuentes que le permiten hacer esa declaración?”. El vocero responde: “Lo que acabo de decir tiene la aprobación plena del presidente”. Es como si él mismo hubiese dicho esas palabras. Usted las toma seriamente.

De manera similar ocurre con las Escrituras, incluyendo el Antiguo Testamento. Lo que leemos es lo que Dios quiso que se dijera. Esas palabras tienen el sello de su autoridad. Desde luego, todavía hay espacio para reflexionar seriamente en torno a lo que esas palabras quisieron decir para aquellos que las escucharon por primera vez, y lo que significan hoy para nosotros, a fin de que podamos discernir lo que debemos hacer como respuesta. Sí, tenemos por delante todo ese trabajo, pero debemos hacerlo, pues vale la pena realizarlo, ya que esos textos provienen de Dios.

Tercero, Pablo dice que las Escrituras del Antiguo Testamento son “útiles” y provee una lista de las maneras en las que funcionan “provechosamente” (“enseña, exhorta, corrige e instruye en toda justicia”), todo lo cual debe ocurrir al interior de la comunidad eclesial a fi n de capacitar a la gente a vivir como Dios quiere que vivamos. Ésta es la razón por la cual Pablo insta a Timoteo a “predicar la palabra”. No se trata solamente de que el Antiguo Testamento haya operado en el pasado para conducir al pueblo a la fe y la salvación en Cristo. No es algo que, en consecuencia, dejamos atrás una vez hemos llegado al conocimiento de Jesús. No. Puesto que proviene de Dios y, por lo tanto, viene investido con su autoridad, el Antiguo Testamento sigue siendo relevante para nosotros. Podemos y debemos usar el Antiguo Testamento para la enseñanza y guiar la vida, así como Pablo le dijo a Timoteo que lo hiciera. Una vez más, debemos ser cuidadosos en la aplicación de la relevancia del Antiguo Testamento para nosotros. Esto no quiere decir que debamos ejecutar con simpleza todo lo que dice exactamente, como está escrito. (…) Todo lo que debemos afirmar es que el Antiguo Testamento tiene autoridad, ya que proviene de Dios, y que tiene relevancia, pues es útil para nosotros en nuestra vida cotidiana.


Tomado del libro Cómo predicar desde el Antiguo Testamento de Christopher J. H. Wright


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